Día 245

Eclesiastés 1:1 – 3:22

Discurso inicial

1 Estas son las palabras del Maestro,[a] hijo de David, rey en Jerusalén. 2 Vanidad de vanidades —dice el Maestro—, vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad!

3 ¿Qué provecho saca la gente    de tanto afanarse bajo el sol? 4 Generación va, generación viene, mas la tierra permanece para siempre. 5 Sale el sol, se pone el sol; afanoso vuelve a su punto de origen para de allí volver a salir. 6 Dirigiéndose al sur o girando hacia el norte, sin cesar gira el viento y de nuevo vuelve a girar. 7 Todos los ríos van a dar al mar, pero el mar jamás se llena. A su punto de origen vuelven los ríos, para de allí volver a fluir. 8 Todas las cosas cansan más de lo que es posible expresar. Ni se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. 9 Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer. ¡No hay nada nuevo bajo el sol! 10 Hay quien llega a decir: «¡Mira que esto sí es una novedad!». Pero eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron. 11 Nadie se acuerda de las generaciones anteriores, como nadie se acordará de las últimas. ¡No habrá memoria de ellos entre los que habrán de sucedernos!

Primeras conclusiones

12 Yo, el Maestro, reiné en Jerusalén sobre Israel. 13 Y me dediqué de lleno a explorar e investigar con sabiduría todo cuanto se hace bajo el cielo. ¡Penosa tarea ha impuesto Dios al género humano para abrumarlo con ella! 14 Y he observado todo cuanto se hace bajo el sol y todo ello es vanidad, ¡es correr tras el viento! 15 No se puede enderezar lo torcido ni se puede contar lo que falta.

16 Me puse a reflexionar: «Aquí me tienen, engrandecido y con más sabiduría que todos mis antecesores en Jerusalén; habiendo experimentado abundante sabiduría y conocimiento. 17 Me he dedicado de lleno a la comprensión de la sabiduría, y hasta conozco la necedad y la insensatez. ¡Pero aun esto es querer alcanzar el viento! 18 Francamente, »mientras más sabiduría, más problemas; mientras más se sabe, más se sufre».

2 Me dije entonces: «Vamos, pues, haré la prueba con los placeres y me daré la gran vida». ¡Pero aun esto resultó ser vanidad! 2 A la risa la considero una locura; en cuanto a los placeres, ¿para qué sirven? 3 Quise luego hacer la prueba de entregarme al vino —si bien mi mente estaba bajo el control de la sabiduría—, y de aferrarme a la necedad, hasta ver qué de bueno le encuentra el hombre a lo que hace bajo el cielo durante los contados días de su vida.

4 Realicé grandes obras: me construí casas, me planté viñedos, 5 cultivé mis propios huertos y jardines en donde planté toda clase de árboles frutales. 6 También me construí aljibes para irrigar los muchos árboles que allí crecían. 7 Compré esclavos y esclavas; tuve criados, vacas y ovejas, tuve mucho más que todos los que me precedieron en Jerusalén. 8 Amontoné plata, oro y tesoros que fueron de reyes y provincias. Tuve cantores y cantoras; disfruté de los deleites de los hombres: ¡formé mi propio harén![b]

 

9 Me engrandecí en gran manera, más que todos los que me precedieron en Jerusalén; además, la sabiduría permanecía conmigo. 10 No negué a mis ojos ningún deseo ni privé a mi corazón de placer alguno. Mi corazón disfrutó de todos mis trabajos. ¡Solo eso saqué de tanto afanarme! 11 Luego observé todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas. Vi que todo era vanidad, un correr tras el viento, y que no había provecho bajo el sol.

Todos paran en lo mismo

12 Consideré entonces la sabiduría, la necedad y la insensatez. ¿Qué más puede hacer el sucesor del rey, aparte de lo ya hecho? 13 Observé que es mejor la sabiduría que la insensatez, así como la luz es mejor que las tinieblas. 14 El sabio tiene los ojos bien puestos, pero el necio anda a oscuras. Pero me di cuenta de que un mismo final espera a todos. 15 Me dije entonces: «Si al fin voy a acabar igual que el necio, ¿de qué me sirve ser tan sabio?». Y me dije: «También esto es vanidad». 16 Nadie se acuerda jamás del sabio ni del necio; con el paso del tiempo todo cae en el olvido; lo mismo mueren los sabios que los necios.

17 Aborrecí entonces la vida, pues todo cuanto se hace bajo el sol me resultaba repugnante. Realmente, todo es vanidad; ¡es correr tras el viento! 18 Aborrecí también todo el trabajo que hice bajo el sol, pues el fruto de tanto afán tendría que dejárselo a mi sucesor. 19 ¿Y quién sabe si este sería sabio o necio? Sin embargo, se adueñaría de lo que con tanto esmero y sabiduría logré hacer bajo el sol. ¡Y también esto es vanidad!

20 Volví a sentirme descorazonado de haber trabajado tanto bajo el sol, 21 pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría y sus conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo. ¡Y también esto es vanidad y una enorme desgracia! 22 Pues, ¿qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol? 23 Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes; ni siquiera de noche descansa su mente. ¡Y también esto es vanidad!

24 Nada hay mejor para el hombre que comer, beber y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, 25 porque ¿quién puede comer y alegrarse, si no es por Dios?[c] 26 En realidad, Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado; en cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es vanidad; ¡es correr tras el viento!

Hay un tiempo para todo

3 Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo:

2 tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para cosechar;

3 tiempo para matar y tiempo para sanar; tiempo para destruir y tiempo para construir;

4 tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para estar de luto y tiempo para bailar;

5 tiempo para esparcir piedras y tiempo para recogerlas; tiempo para abrazarse y tiempo para apartarse;

6 tiempo para buscar y tiempo para perder; tiempo para guardar y tiempo para desechar;

7 tiempo para rasgar y tiempo para coser; tiempo para callar y tiempo para hablar;

8 tiempo para amar y tiempo para odiar; tiempo para la guerra y tiempo para la paz.

De nada sirve afanarse

9 ¿Qué provecho saca el trabajador de tanto afanarse? 10 He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella. 11 Dios hizo todo hermoso en su tiempo, luego puso en la mente humana la noción de eternidad, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. 12 Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva; 13 y sé también que es un don de Dios que el hombre coma o beba y disfrute de todos sus afanes. 14 Sé, además, que todo lo que Dios ha hecho permanece para siempre, que no hay nada que añadirle ni quitarle y que Dios lo hizo así para que se le tema. 15 Lo que ahora existe, ya existía; y lo que ha de existir, existe ya. Dios llama el pasado a cuentas.

Contradicciones de la vida

16 He visto algo más bajo el sol: Maldad donde se dictan las sentencias y maldad donde se imparte la justicia. 17 Pensé entonces: «Al justo y al malvado los juzgará Dios, pues hay un tiempo para toda obra y un lugar para toda acción». 18 Pensé también con respecto a los seres humanos: «Dios los está poniendo a prueba, para que ellos mismos se den cuenta de que son como los animales. 19 Los seres humanos terminan igual que los animales; el destino de ambos es el mismo, pues unos y otros mueren por igual, y el aliento de vida[d] es el mismo para todos, así que el hombre no es superior a los animales. Realmente, todo es vanidad 20 y todo va hacia el mismo lugar. Todo surgió del polvo y al polvo todo volverá. 21 ¿Quién sabe si el aliento de vida de los seres humanos se remonta a las alturas y el de los animales desciende[e] a las profundidades de la tierra?». 22 He visto, pues, que nada hay mejor para el hombre que disfrutar de su trabajo, ya que eso le ha tocado. Pues, ¿quién lo traerá para que vea lo que sucederá después de él?

 

2 Corintios 6:1 – 13

6 Nosotros, colaboradores de Dios, les rogamos que no reciban su gracia en vano. 2 Porque él dice: «En el momento propicio te escuché y en el día de salvación te ayudé».[a] Les digo que este es el momento propicio de Dios; hoy es el día de salvación.

Privaciones de Pablo

3 Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no se desacredite nuestro servicio. 4 Más bien, en todo y con mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en sufrimientos, privaciones y angustias; 5 en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados, desvelos y hambre. 6 Servimos con pureza, conocimiento, paciencia y bondad; en el Espíritu Santo y en amor sincero; 7 con palabras de verdad y con el poder de Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas;[b] 8 por honra y por deshonra, por mala y por buena fama; veraces, pero tenidos por engañadores; 9 conocidos, pero tenidos por desconocidos; como moribundos, pero aún con vida; golpeados, pero no muertos; 10 aparentemente tristes, pero siempre alegres; pobres en apariencia, pero enriqueciendo a muchos; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo.

11 Hermanos corintios, les hemos hablado con toda franqueza; les hemos abierto de par en par nuestro corazón. 12 Nunca les hemos negado nuestro afecto, pero ustedes sí nos niegan el suyo. 13 Para corresponder del mismo modo —les hablo como si fueran mis hijos—, ¡abran también su corazón de par en par!

 

Salmo 46:1 – 11

Al director musical. De los hijos de Coré. Canción según alamot.

46 Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra segura ayuda en momentos de angustia. 2 Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar; 3 aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes. Selah 4 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo. 5 Dios está en ella, la ciudad no caerá; al rayar el alba Dios le brindará su ayuda. 6 Se agitan las naciones, los reinos caen; Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba. 7 El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah

8 Vengan y vean los portentos del Señor; él ha traído ruina sobre la tierra. 9 Ha puesto fin a las guerras en todos los confines de la tierra; ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas, ha arrojado los carros al fuego. 10 «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Seré exaltado entre las naciones! ¡Seré enaltecido en la tierra!». 11 El Señor de los Ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah

 

Proverbios 22:15

22:15 La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina la corrige.