Día 42

Éxodo 30:11-31:18

Dinero para la expiación

30 11 El Señor habló con Moisés y le dijo:

12 «Cuando hagas el censo y cuentes a los israelitas, cada uno deberá pagar al Señor rescate por su vida, para que no le sobrevenga ninguna plaga durante el censo.

13 Cada uno de los censados deberá pagar como ofrenda al Señor seis gramos[2] de plata, que es la mitad de la tasación oficial del santuario.

14 Todos los censados mayores de veinte años deberán entregar esta ofrenda al Señor.

15 Al pagar su rescate, ni el rico dará más de seis gramos, ni el pobre dará menos.

16 Tú mismo recibirás esta plata de manos de los israelitas, y la entregarás para el servicio de la Tienda de reunión. De esta manera el Señor tendrá presente que los israelitas pagaron su rescate.»

 

El lavamanos

17 El Señor habló con Moisés y le dijo:

18 «Haz un lavamanos de bronce, con un pedestal también de bronce, y colócalo entre la Tienda de reunión y el altar. Échale agua,

19 pues con ella deben lavarse Aarón y sus hijos las manos y los pies.

20 Siempre que entren en la Tienda de reunión, o cuando se acerquen al altar y presenten al Señor alguna ofrenda por fuego, deberán lavarse con agua

21 las manos y los pies para que no mueran. Ésta será una ley perpetua para Aarón y sus descendientes por todas las generaciones.»

 

El aceite de la unción

22 El Señor habló con Moisés y le dijo:

23 «Toma las siguientes especias finas: seis kilos de mirra líquida, tres kilos de canela aromática, tres kilos de caña aromática,

24 seis kilos[3] de casia, y cuatro litros de aceite de oliva, según la tasación oficial del santuario.

25 Con estos ingredientes harás un aceite, es decir, una mezcla aromática como las de los fabricantes de perfumes. Éste será el aceite de la unción sagrada.

26 Con él deberás ungir la Tienda de reunión, el arca del pacto,

27 la mesa y todos sus utensilios, el candelabro y sus accesorios, el altar del incienso,

28 el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, y el lavamanos con su pedestal.

29 De este modo los consagrarás, y serán objetos santísimos; cualquier cosa que toque esos objetos quedará también consagrada.

30 »Unge a Aarón y a sus hijos, y conságralos para que me sirvan como sacerdotes.

31 A los israelitas les darás las siguientes instrucciones: “De aquí en adelante, éste será mi aceite de la unción sagrada.

32 No lo derramen sobre el cuerpo de cualquier hombre, ni preparen otro aceite con la misma fórmula. Es un aceite sagrado, y así deberán considerarlo.

33 Cualquiera que haga un perfume como éste, y cualquiera que unja con él a alguien que no sea sacerdote, será eliminado de su pueblo.” »

 

El incienso

34 El Señor le dijo a Moisés: «Toma una misma cantidad de resina, ámbar, gálbano e incienso puro,

35 y mezcla todo esto para hacer un incienso aromático, como lo hacen los fabricantes de perfumes. Agrégale sal a la mezcla, para que sea un incienso puro y sagrado.

36 Muele parte de la mezcla hasta hacerla polvo, y colócala en la Tienda de reunión, frente al arca del pacto, donde yo me reuniré contigo. Este incienso será para ustedes algo muy sagrado,

37 y no deberá hacerse ningún otro incienso con la misma fórmula, pues le pertenece al Señor. Ustedes deberán considerarlo como algo sagrado.

38 Quien haga otro incienso parecido para disfrutar de su fragancia, será eliminado de su pueblo.»

 

 

Bezalel y Aholiab

311 El Señor habló con Moisés y le dijo:

2 «Toma en cuenta que he escogido a Bezalel, hijo de Uri y nieto de Jur, de la tribu de Judá,

3 y lo he llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría, inteligencia y capacidad creativa

4 para hacer trabajos artísticos en oro, plata y bronce,

5 para cortar y engastar piedras preciosas, para hacer tallados en madera y para realizar toda clase de artesanías.

6 »Además, he designado como su ayudante a Aholiab hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan, y he dotado de habilidad a todos los artesanos para que hagan todo lo que te he mandado hacer, es decir:

7 la Tienda de reunión, el arca del pacto, el propiciatorio que va encima de ella, el resto del mobiliario de la Tienda,

8 la mesa y sus utensilios, el candelabro de oro puro y todos sus accesorios, el altar del incienso,

9 el altar de los holocaustos y todos sus utensilios, el lavamanos con su pedestal,

10 las vestiduras tejidas, tanto las vestiduras sagradas para Aarón el sacerdote como las vestiduras sacerdotales de sus hijos,

11 el aceite de la unción, y el incienso aromático para el Lugar Santo. »Todo deberán hacerlo tal como te he mandado que lo hagas.»

 

El sábado

12 El Señor le ordenó a Moisés:

13 «Diles lo siguiente a los israelitas: “Ustedes deberán observar mis sábados. En todas las generaciones venideras, el sábado será una señal entre ustedes y yo, para que sepan que yo, el Señor, los he consagrado para que me sirvan.[1]

14 » ”El sábado será para ustedes un día sagrado. Obsérvenlo. » ”Quien no lo observe será condenado a muerte. » ”Quien haga algún trabajo en sábado será eliminado de su pueblo.

15 » ”Durante seis días se podrá trabajar, pero el día séptimo, el sábado, será de reposo consagrado al Señor. » ”Quien haga algún trabajo en sábado será condenado a muerte.”

16 »Los israelitas deberán observar el sábado. En todas las generaciones futuras será para ellos un pacto perpetuo,

17 una señal eterna entre ellos y yo. »En efecto, en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, y el séptimo día descansó.»

18 Y cuando terminó de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas de la ley, que eran dos lajas escritas por el dedo mismo de Dios.

 

Mateo 26:36-68

Jesús en Getsemaní

36 Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar.»

37 Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado.

38 «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.»

39 Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo.[3] Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»

40 Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—.

41 Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo[4] es débil.»

42 Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo,[5] hágase tu voluntad.»

43 Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño.

44 Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo.

45 Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores.

46 ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!»

 

Arresto de Jesús

47 Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo.

48 El traidor les había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ése es; arréstenlo.»

49 En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó. —¡Rabí! —le dijo, y lo besó.

50 —Amigo —le replicó Jesús—, ¿a qué vienes?[6] Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús.

51 En eso, uno de los que estaban con él extendió la mano, sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole una oreja.

52 —Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro mueren.[7]

53 ¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones[8] de ángeles?

54 Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?

55 Y de inmediato dijo a la turba: —¿Acaso soy un bandido,[9] para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y no me prendieron.

56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

 

Jesús ante el Consejo

57 Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos.

58 Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello.

59 Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte.

60 Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Por fin se presentaron dos,

61 que declararon: —Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.”

62 Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús: —¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra?

63 Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió: —Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios.

64 —Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.

65 —¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia!

66 ¿Qué piensan de esto? —Merece la muerte —le contestaron.

67 Entonces algunos le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban

68 y decían: —A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó!

 

Salmo 32:1-11

1 Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.

2 Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.

3 Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día.

4 Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Selah

5 Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah

6 Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia;[1] caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán.

7 Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. Selah

8 El Señor dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.

9 No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.»

10 Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del Señor envuelve a los que en él confían.

11 ¡Alégrense, ustedes los justos; regocíjense en el Señor! ¡canten todos ustedes, los rectos de corazón!

 

Proverbios 8:22-31

22 »El Señor me dio la vida[3] como primicia de sus obras, mucho antes de sus obras de antaño.

23 Fui establecida desde la eternidad, desde antes que existiera el mundo.

24 No existían los grandes mares cuando yo nací; no había entonces manantiales de abundantes aguas.

25 Nací antes que fueran formadas las colinas, antes que se cimentaran las montañas,

26 antes que él creara la tierra y sus paisajes y el polvo primordial con que hizo el mundo.

27 Cuando Dios cimentó la bóveda celeste y trazó el horizonte sobre las aguas, allí estaba yo presente.

28 Cuando estableció las nubes en los cielos y reforzó las fuentes del mar profundo;

29 cuando señaló los límites del mar, para que las aguas obedecieran su mandato; cuando plantó los fundamentos de la tierra,

30 allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de alegría, siempre disfrutaba de estar en su presencia;

31 me regocijaba en el mundo que él creó; ¡en el género humano me deleitaba!