Cantares 1:1 – 4:16
1 Cantar de los cantares[a] de Salomón.
Primer Canto
La amada
2 Ah, si me besaras con los besos de tu boca…[b] ¡Mejor es tu amor que el vino! 3 La fragancia de tus perfumes es placentera; tu nombre es bálsamo aromático. ¡Con razón te aman las doncellas! 4 ¡Arrástrame en pos de ti! ¡Date prisa! ¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!
Los amigos
Regocijémonos y deleitémonos juntos; celebraremos tus caricias más que el vino. ¡Sobran las razones para amarte!
5 Soy morena y hermosa, hijas de Jerusalén; morena como las tiendas de campaña de Cedar, hermosa como las cortinas de Salomón.[c] 6 No se fijen en mi tez morena ni en que el sol me bronceó la piel. Mis hermanos se enfadaron contra mí y me obligaron a cuidar las viñas; ¡y mi propia viña descuidé! 7 Cuéntame, amor de mi vida, ¿dónde apacientas tus rebaños?, ¿dónde al mediodía los haces reposar? ¿Por qué he de andar como mujer con velo entre los rebaños de tus amigos?
8 Si no lo sabes, la más bella de las mujeres, ve tras la huella del rebaño y apacienta tus cabritos junto a las moradas de los pastores.
El amado
9 Te comparo, amada mía, con una yegua entre los caballos del carro del faraón. 10 ¡Qué hermosas lucen tus mejillas entre los pendientes! ¡Qué hermoso luce tu cuello entre los collares! 11 ¡Haremos para ti pendientes de oro con incrustaciones de plata!
12 Mientras el rey se halla sentado a la mesa, mi nardo esparce su fragancia. 13 Mi amado es para mí como el saquito de mirra que duerme entre mis pechos. 14 Mi amado es para mí como un ramito de azahar[d] de las viñas de Engadi.
15 ¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! ¡Tus ojos son dos palomas!
16 ¡Cuán hermoso eres, amado mío! ¡Eres un encanto!
Una alfombra de hojas es nuestro lecho,17 los cedros son las vigas de la casa y nos cubre un techo de cipreses.
2 Yo soy una rosa de Sarón, una azucena de los valles.
2 Como azucena entre las espinas es mi amada entre las doncellas.
3 Cual manzano entre los árboles del bosque es mi amado entre los jóvenes. Me encanta sentarme a su sombra; dulce a mi paladar es su fruto. 4 Me llevó a la sala del banquete, y sobre mí enarboló su estandarte de amor. 5 ¡Fortalézcanme con pasas, susténtenme con manzanas, porque desfallezco de amor! 6 ¡Ojalá pudiera mi cabeza reposar sobre su izquierda! ¡Ojalá su derecha me abrazara!
7 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que quiera despertar.
Segundo Canto
8 ¡La voz de mi amado! ¡Mírenlo, aquí viene!, saltando por las colinas, brincando por las montañas. 9 Mi amado es como un venado; se parece a un cervatillo. ¡Mírenlo, de pie tras nuestro muro, espiando por las ventanas, atisbando por las celosías! 10 Mi amado me habló y me dijo: «¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa! 11 ¡Mira, el invierno se ha ido y con él han cesado y se han ido las lluvias! 12 Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado! Ya se escucha por toda nuestra tierra el arrullo de las tórtolas. 13 La higuera ofrece sus primeros frutos; las viñas florecen y esparcen su fragancia. ¡Levántate, amada mía; ven conmigo, mujer hermosa!».
14 Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en las hendiduras de las montañas, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; pues tu voz es placentera y hermoso tu semblante. 15 Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor.
16 Mi amado es mío y yo soy suya; él apacienta su rebaño entre azucenas. 17 Antes de que el día despunte y se desvanezcan las sombras, regresa a mí, amado mío. Corre como un venado, como un cervatillo por colinas escarpadas.[e]
3 Por las noches, sobre mi lecho, busco al amor de mi vida; lo busco y no lo hallo. 2 Me levanto, voy por la ciudad, por sus calles y mercados, buscando al amor de mi vida. Lo busqué y no lo hallé. 3 Me encuentran los centinelas mientras rondan la ciudad. Les pregunto: «¿Han visto ustedes al amor de mi vida?». 4 No bien los he dejado, cuando encuentro al amor de mi vida. Lo abrazo y, sin soltarlo, lo llevo a la casa de mi madre, a la alcoba donde ella me concibió.
5 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, por las gacelas y cervatillas del bosque, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar.
Tercer Canto
El coro
6 ¿Qué es eso que sube por el desierto semejante a una columna de humo, entre aromas de mirra e incienso, entre perfumes de mercaderes? 7 ¡Miren! ¡Es el carruaje de Salomón! Viene escoltado por sesenta guerreros, escogidos entre los más valientes de Israel. 8 Todos ellos portan espadas y han sido adiestrados para el combate; cada uno lleva la espada al cinto por causa de los peligros de la noche. 9 Salomón mismo se hizo el carruaje con finas maderas del Líbano. 10 Hizo de plata las columnas y de oro los soportes. El asiento lo tapizó de color púrpura y su interior fue decorado con esmero por las hijas de Jerusalén. 11 ¡Salgan, doncellas de Sión! ¡Contemplen al rey Salomón! ¡Lleva puesta la corona que le ciñó su madre el día en que contrajo nupcias, el día en que se alegró su corazón!
4 ¡Cuán bella eres, amada mía! ¡Cuán bella eres! Tus dos ojos, tras el velo, son como palomas. Tus cabellos son como los rebaños de cabras que descienden de los montes de Galaad. 2 Tus dientes son como rebaños de ovejas recién trasquiladas, que ascienden después de haber sido bañadas. Cada una de ellas tiene gemelas, ninguna de ellas está sola. 3 Tus labios son cual cinta carmesí; tu boca es hermosa. Tus mejillas, tras el velo, parecen dos mitades de granadas. 4 Tu cuello se asemeja a la torre de David construida con piedras labradas; de ella penden mil escudos, escudos de guerreros todos ellos. 5 Tus pechos parecen dos cervatillos, dos crías mellizas de gacela que pastan entre azucenas. 6 Antes de que el día despunte y se desvanezcan las sombras, subiré a la montaña de la mirra, a la colina del incienso. 7 Toda tú eres bella, amada mía; no hay en ti defecto alguno.
8 Desciende del Líbano conmigo, novia mía; desciende del Líbano conmigo. Baja de la cumbre del Amaná, de la cima del Senir y del Hermón. Baja de las guaridas de los leones, de los montes donde habitan los leopardos. 9 Cautivaste mi corazón, hermana y novia mía, con una mirada de tus ojos; con una vuelta de tu collar cautivaste mi corazón. 10 ¡Cuán delicioso es tu amor, hermana y novia mía! ¡Más agradable que el vino es tu amor, y más que toda especia la fragancia de tu perfume! 11 Tus labios, novia mía, destilan miel; leche y miel escondes bajo la lengua. Cual perfume del Líbano es el perfume de tus vestidos. 12 Jardín cerrado eres tú, hermana y novia mía. Fuente cerrada y sellado manantial. 13 Tus plantas son un huerto de granadas con frutos exquisitos flores de nardo y azahar; 14 con toda clase de árbol de incienso, nardo y azafrán; con cálamo y canela, mirra y álo y con las más finas especias.15 Eres fuente de los jardines, manantial de aguas vivas, arroyo que del Líbano desciende.
16 ¡Viento del norte, despierta! ¡Viento del sur, ven acá! Soplen en mi jardín; ¡esparzan su fragancia!
Que venga mi amado a su jardín y pruebe sus frutos exquisitos.
2 Corintios 8:16 – 24
Tito enviado a Corinto
8:16 Gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma preocupación que yo tengo por ustedes. 17 De hecho, cuando accedió a nuestra petición de ir a verlos, lo hizo con mucho entusiasmo y por su propia voluntad. 18 Junto con él enviamos al hermano que se ha ganado el reconocimiento de todas las iglesias por los servicios prestados al evangelio. 19 Además, las iglesias lo escogieron para que nos acompañe cuando llevemos la ofrenda, la cual administramos para honrar al Señor y demostrar nuestro ardiente deseo de servir. 20 Queremos evitar cualquier crítica sobre la forma en que administramos este generoso donativo; 21 porque procuramos hacer lo correcto, no solo delante del Señor, sino también delante de los demás.
22 Con ellos enviamos a nuestro hermano, quien nos ha demostrado con frecuencia y de muchas maneras que es diligente, y ahora lo es aún más por la gran confianza que tiene en ustedes. 23 En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador entre ustedes; y en cuanto a los otros hermanos, son enviados de las iglesias, son una honra para Cristo. 24 Por tanto, den a estos hombres una prueba de su amor y muéstrenles por qué nos sentimos orgullosos de ustedes, para testimonio ante las iglesias.
Salmo 50:1 – 23
Salmo de Asaf.
50 Habla el Señor, el Dios poderoso: convoca a la tierra de oriente a occidente. 2 Dios resplandece desde Sión, la ciudad bella y perfecta. 3 Nuestro Dios viene, pero no en silencio; lo precede un fuego que todo lo destruye y a su alrededor ruge la tormenta. 4 Dios convoca a los altos cielos y a la tierra, para que presencien el juicio de su pueblo: 5 «Reúnanme a los que me son fieles, a los que pactaron conmigo mediante un sacrificio». 6 El cielo proclama la justicia divina: ¡Dios mismo es el juez! Selah
7 «Escucha, pueblo mío, que voy a hablar; Israel, voy a testificar contra ti: ¡Yo soy tu Dios, el único Dios! 8 No te reprendo por tus sacrificios ni por tus holocaustos, que siempre me ofreces. 9 No necesito novillos de tu establo ni machos cabríos de tus rediles, 10 pues míos son todos los animales del bosque, y mío también el ganado de miles de colinas. 11 Conozco a todas las aves de las alturas; también son míos los animales del campo. 12 Si yo tuviera hambre, no te lo diría, pues mío es el mundo y todo lo que en él hay. 13 ¿Acaso me alimento con carne de toros o bebo la sangre de machos cabríos? 14 »¡Ofrece a Dios tu gratitud, cumple tus promesas al Altísimo! 15 Invócame en el día de la angustia; yo te libraré y tú me honrarás».
16 Pero Dios dice al malvado: «¿Qué derecho tienes tú de recitar mis estatutos o de mencionar mi pacto con tus labios? 17 Mi instrucción, la aborreces; mis palabras, las desechas. 18 Ves a un ladrón y lo acompañas; con los adúlteros te identificas. 19 Para lo malo, das rienda suelta a tu boca; tu lengua está siempre dispuesta al engaño. 20 Tienes por costumbre hablar contra tu prójimo, y aun calumnias a tu propio hermano. 21 Has hecho todo esto y he guardado silencio; ¿acaso piensas que soy como tú? Pero ahora voy a reprenderte; cara a cara voy a denunciarte.
22 »Ustedes que se olvidan de Dios, consideren lo que he dicho;
de lo contrario, los haré pedazos, y no habrá nadie que los salve. 23 El que me ofrece su gratitud, me honra; al que enmiende su conducta le mostraré mi salvación».
Proverbios 22:22 – 23
2
22:22 No explotes al pobre porque es pobre ni oprimas en los tribunales[a] a los necesitados; 23 porque el Señor defenderá su causa y despojará a quienes los despojen.