Cantares 5:1 – 8:14
El amado
5 He entrado ya en mi jardín, hermana y novia mía, y en él recojo mirra y bálsamo; allí me sacio del panal y de su miel; allí bebo mi vino y mi leche.
Los amigos
¡Coman y beban, amigos, y embriáguense de amor!
Cuarto Canto
La amada
2 Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡Y oí una voz! ¡Mi amado estaba a la puerta! «Hermana, amada mía; preciosa paloma mía, ¡déjame entrar! Mi cabeza está empapada de rocío; la humedad de la noche corre por mi pelo». 3 Ya me he quitado la ropa; ¿cómo volver a vestirme? Ya me he lavado los pies; ¿cómo ensuciarlos de nuevo? 4 Mi amado pasó la mano por la abertura del cerrojo; ¡se estremecieron mis entrañas al sentirlo! 5 Me levanté y le abrí a mi amado; gotas de mirra corrían por mis manos. Se deslizaban entre mis dedos y caían sobre el cerrojo. 6 Le abrí a mi amado, pero ya no estaba allí. Se había marchado y tras su voz se fue mi alma. Lo busqué y no lo hallé. Lo llamé y no me respondió. 7 Me encontraron los centinelas mientras rondaban la ciudad; los que vigilan las murallas me hirieron, me golpearon; ¡me despojaron de mi manto! 8 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, que si encuentran a mi amado, ¿qué le dirán? ¡Díganle que estoy enferma de amor!
El coro
9 Dinos, bella entre las bellas, ¿en qué aventaja tu amado a otros hombres? ¿En qué aventaja tu amado a otros hombres, que nos haces tales ruegos?
10 Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. 11 Su cabeza es oro fino; su cabellera es ondulada y negra como un cuervo. 12 Sus ojos parecen palomas posadas junto a los canales de agua, bañadas en leche, montadas como joyas. 13 Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de hierbas aromáticas. Sus labios son azucenas por las que fluye mirra. 14 Sus brazos son barras de oro montadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros. 15 Sus piernas son pilares de mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus cedros. 16 Su paladar es la dulzura misma; ¡él es todo un encanto! ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo, doncellas de Jerusalén!
6 ¿A dónde se ha ido tu amado, oh bella entre las bellas? ¿Hacia dónde se ha encaminado? ¡Iremos contigo a buscarlo!
2 Mi amado ha bajado a su jardín, a los lechos de bálsamo, para retozar en los jardines y recoger azucenas. 3 Yo soy de mi amado y mi amado es mío; él apacienta su rebaño entre azucenas.
Quinto Canto
4 Tú, amada mía, eres bella como Tirsá, hermosa como Jerusalén imponente como ejército con sus banderas. 5 Aparta de mí la mirada, que tus ojos me tienen fascinado. Tus cabellos son como los rebaños de cabras que descienden de Galaad. 6 Tus dientes son como rebaños de ovejas que ascienden después de haber sido bañadas. Cada una de ellas tiene gemelas, ninguna de ellas está sola. 7 Tus mejillas, tras el velo, parecen dos mitades de granadas. 8 Pueden ser sesenta las reinas, ochenta las concubinas[a] e innumerables las vírgenes, 9 pero una sola es preciosa, paloma mía, la hija consentida de su madre, la favorita de quien le dio la vida. Las doncellas la ven y la bendicen; las reinas y las concubinas la alaban.
10 ¿Quién es esta, admirable como la aurora? ¡Es bella como la luna, radiante como el sol, imponente como ejército con sus banderas!
11 Descendí al huerto de los nogales para admirar los nuevos brotes en el valle, para admirar los retoños de las vides y los granados en flor. 12 Sin darme cuenta, mi pasión me puso entre las carrozas reales de mi pueblo.[b]
13 Vuelve, Sulamita, vuelve; vuélvete a nosotros, ¡queremos contemplarte!
¿Y por qué han de contemplar a la Sulamita, como en las danzas de los campamentos?
7 ¡Ah, princesa mía, cuán bellos son tus pies en las sandalias! Las curvas de tus caderas son como alhajas labradas por hábil artesano. 2 Tu ombligo es una copa redonda, rebosante de buen vino. Tu vientre es un monte de trigo rodeado de azucenas. 3 Tus pechos parecen dos cervatillos, dos crías mellizas de gacela. 4 Tu cuello parece torre de marfil. Tus ojos son como los manantiales de Hesbón, junto a la entrada de Bat Rabín. Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano, que mira hacia Damasco. 5 Tu cabeza se eleva como la cumbre del Carmelo. Hilos de color púrpura son tus cabellos; con tus rizos has cautivado al rey. 6 Cuán bella eres, amor mío, ¡cuán encantadora en tus delicias! 7 Tu altura se asemeja a la palmera y tus pechos, a sus racimos. 8 Me dije: «Me subiré a la palmera; de sus racimos me adueñaré». ¡Sean tus pechos como racimos de uvas, tu aliento cual fragancia de manzanas 9 y como el buen vino tu boca!
¡Corra el vino hacia mi amado y le resbale por labios y dientes![c] 10 Yo soy de mi amado y él me desea con pasión. 11 Ven, amado mío; vayamos a los campos, pasemos la noche en las aldeas. 12 Vayamos temprano a los viñedos para ver si han retoñado las vides, si han abierto las flores, si ya florecen los granados. ¡Allí te brindaré mis caricias!
13 Las mandrágoras esparcen su fragancia y a nuestras puertas hay toda clase de exquisitos frutos, lo mismo nuevos que añejos, que he guardado para ti, amor mío.
8 ¡Ah, si fueras mi propio hermano, criado a los pechos de mi madre! Al encontrarte en la calle podría besarte y nadie me despreciaría. 2 Tomándote de la mano, te llevaría a la casa de mi madre para que fueran mi maestro. Te daría a beber vino con especias y el néctar de mis granadas. 3 ¡Ojalá pudiera mi cabeza reposar sobre su izquierda! ¡Ojalá su derecha me abrazara!
4 Yo les ruego, doncellas de Jerusalén, que no desvelen ni molesten a mi amada hasta que ella quiera despertar.
Sexto Canto
5 ¿Quién es esta que sube por el desierto apoyada sobre el hombro de su amado?
Bajo el manzano te desperté; allí te concibió tu madre, allí mismo te dio a luz. 6 Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte; el celo, inconmovible como el sepulcro.[d] Como llama divina es el fuego ardiente del amor. 7 Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo. Si alguien ofreciera todas las riquezas que posee a cambio del amor, solo conseguiría el desprecio.
8 Tan pequeña es nuestra hermana que no han crecido sus pechos.¿Qué haremos por nuestra hermana cuando vengan a pedirla? 9 Si fuera una muralla, construiríamos sobre ella almenas de plata. Si acaso fuera una puerta, la recubriríamos con paneles de cedro.
10 Una muralla soy yo y mis pechos, sus dos torres. Por eso a los ojos de mi amado soy como quien ha hallado la paz. 11 Salomón tenía una viña en Baal Jamón, la cual entregó a unos arrendatarios. Cada uno entregaba por sus frutos mil piezas de plata. 12 ¡Mi viña solo a mí me pertenece! Mil piezas de plata son para ti, Salomón, y doscientas son para los que cultivan su fruto.
13 Tú, que habitas en los jardines, pendientes de tu voz están nuestros amigos; ¡déjanos escucharla!
14 ¡Apresúrate, amado mío! ¡Corre como venado, como cervatillo, sobre los montes cubiertos de bálsamo!
2 Corintios 9:1 – 15
9 No hace falta que les escriba acerca de esta ayuda para los creyentes, 2 porque conozco la buena disposición que ustedes tienen. Esto lo he comentado con orgullo entre los macedonios, les dije que desde el año pasado ustedes, los de Acaya, estaban preparados para dar. El entusiasmo de ustedes ha servido de estímulo a la mayoría de ellos. 3 Con todo, les envío a estos hermanos para que en este asunto no resulte vano nuestro orgullo por ustedes, sino que estén preparados, como ya he dicho que lo estarían, 4 no sea que algunos macedonios vayan conmigo y los encuentren desprevenidos. En ese caso nosotros —por no decir nada de ustedes—, nos avergonzaríamos por haber estado tan seguros. 5 Así que me pareció necesario rogar a estos hermanos que se adelantaran a visitarlos y completaran los preparativos para esa ofrenda generosa que ustedes habían prometido. Entonces estará lista como un acto de generosidad[a] y no como una imposición nuestra.
Sembrar con generosidad
6 Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará.[b] 7 Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. 8 Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario y toda buena obra abunde en ustedes. 9 Como está escrito: «Repartió sus bienes entre los pobres; su justicia permanece para siempre».[c]
10 El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia. 11 Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de ustedes resulte en acciones de gracias a Dios.
12 Esta ayuda, que es un servicio sagrado, no solo suple las necesidades de los creyentes, sino que también redunda en abundantes acciones de gracias a Dios. 13 En efecto, al recibir esta demostración de servicio, ellos alabarán a Dios por la obediencia con que ustedes acompañan la confesión del evangelio de Cristo y por su generosa solidaridad con ellos y con todos. 14 Además, en las oraciones de ellos por ustedes, expresarán el afecto que les tienen por la sobreabundante gracia que ustedes han recibido de Dios. 15 ¡Gracias a Dios por su don indescriptible!
Salmo 51:1 – 19
Al director musical. Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido David adulterio con Betsabé.
51 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu misericordia, borra mis transgresiones. 2 Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.
3 Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. 4 Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia es justa y tu juicio, irreprochable. 5 Yo sé que soy pecador de nacimiento; pecador, desde que me concibió mi madre. 6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría.
7 Purifícame con hisopo y quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve. 8 Anúnciame gozo y alegría; infunde gozo en estos huesos que has quebrantado. 9 Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu firme dentro de mí. 11 No me alejes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu. 12 Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu de obediencia me sostenga.
13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se volverán a ti. 14 Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de derramar sangre y mi lengua alabará tu justicia. 15 Abre, Señor, mis labios y mi boca proclamará tu alabanza. 16 Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería. 17 El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.
18 En tu buena voluntad, haz que prospere Sión; levanta los muros de Jerusalén. 19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del todo quemados, y sobre tu altar se ofrecerán novillos.
Proverbios 22:24 – 25
3
22:24 No te hagas amigo de gente violenta ni te juntes con los iracundos; 25 no sea que aprendas sus malas costumbres y tú mismo caigas en la trampa.