Isaías 25:1 – 28:13
Canto de alabanza al Señor
25 Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. Desde tiempos antiguos tus planes son fieles y seguros. 2 Has convertido la ciudad en un montón de escombros, la ciudad fortificada en una ruina. Ya no existe la ciudad, la fortaleza de extranjeros; nunca más volverá a ser reconstruida. 3 Por eso te glorifica un pueblo poderoso; te honrarán las ciudades de las naciones violentas. 4 Porque tú has sido en su angustia un baluarte para el desvalido, un refugio para el necesitado, un resguardo contra la tormenta, una sombra en el calor. Porque el aliento de los violentos es como una tormenta contra un muro, 5 como el calor en el desierto. Tú aplacas el tumulto de los extranjeros, como se aplaca el calor bajo la sombra de una nube y ahogas el alboroto de los violentos.
6 Sobre este monte el Señor de los Ejércitos preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales. Un banquete de vinos añejos, las mejores carnes y vinos selectos. 7 Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que envuelve a todas las naciones. 8 Devorará a la muerte para siempre. El Señor y Dios enjugará las lágrimas de todo rostro y quitará de toda la tierra la deshonra de su pueblo. El Señor mismo lo ha dicho.
9 En aquel día se dirá: «¡Sí, este es nuestro Dios; en él confiamos y él nos salvó! ¡Este es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!». 10 La mano del Señor se posará sobre este monte, pero Moab será pisoteada en su sitio, como se pisotea la paja en el muladar. 11 Allí extenderán sus manos, como al nadar las extiende un nadador. Pero Dios abatirá su orgullo, junto con la destreza[a] de sus manos. 12 Derribará, hará caer y abatirá tus muros altos y fortificados, hasta dejarlos hechos polvo sobre la tierra.
Canto de victoria
26 En aquel día se entonará esta canción en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte. Para salvarla, Dios levantó muros y baluartes. 2 Abran las puertas para que entre la nación justa que se mantiene fiel. 3 Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. 4 Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor, el Señor mismo, es la Roca eterna. 5 Él hace caer a los que habitan en lo alto y humilla a la ciudad enaltecida: la abate hasta dejarla por el suelo, la derriba hasta dejarla hecha polvo. 6 ¡Los pobres y los desvalidos la pisotean con sus propios pies!».
7 La senda del justo es recta; tú, que eres íntegro, allanas su camino. 8 Sí, en ti esperamos, Señor, y en la senda de tus juicios; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra vida. 9 Todo mi ser te desea por las noches; por la mañana mi espíritu te busca. Pues, cuando tus juicios llegan a la tierra, los habitantes del mundo aprenden lo que es justicia. 10 Aunque al malvado se le tenga compasión, no aprende lo que es justicia; en tierra de rectitud actúa con iniquidad y no reconoce la majestad del Señor. 11 Levantada está, Señor, tu mano, pero ellos no la ven. ¡Que vean tu celo por el pueblo y sean avergonzados; que sean consumidos por el fuego destinado a tus enemigos!
12 Señor, tú estableces la paz en favor nuestro, porque tú eres quien realiza todas nuestras obras. 13 Señor y Dios nuestro, otros señores nos han gobernado, pero solo a tu nombre damos honra. 14 Ya están muertos y no revivirán; ya son sombras y no se levantarán. Tú los has castigado y destruido; has hecho que perezca su memoria. 15 Tú, Señor, has engrandecido a la nación; la has engrandecido y te has glorificado; has extendido las fronteras de todo el país. 16 Señor, en la angustia te buscaron; apenas lograban susurrar una oración[b] cuando tú los corregías. 17 Señor, nosotros estuvimos ante ti como cuando una mujer embarazada se retuerce y grita de dolor al momento de dar a luz. 18 Concebimos, nos retorcimos, pero dimos a luz tan solo viento. No trajimos salvación a la tierra ni nacieron los habitantes del mundo.
19 Pero tus muertos vivirán; sus cadáveres volverán a la vida. ¡Despierten y griten de alegría, moradores del polvo! Porque tu rocío es como el rocío de la mañana y la tierra devolverá sus muertos. 20 ¡Anda, pueblo mío, entra en tus habitaciones y cierra tus puertas tras de ti; escóndete por un momento, hasta que pase la ira! 21 ¡Estén alerta! El Señor va a salir de su morada para castigar la maldad de los habitantes de la tierra. La tierra pondrá al descubierto la sangre derramada; ya no ocultará a sus muertos.
Liberación de Israel
27 En aquel día el Señor castigará a Leviatán, la serpiente escurridiza, a Leviatán, la serpiente tortuosa. Con su espada violenta, grande y poderosa, matará al monstruo marino. 2 «Canten en aquel día a la viña escogida: 3 Yo, el Señor, soy su guardián; todo el tiempo riego mi viña. Día y noche cuido de ella para que nadie le haga daño. 4 No estoy enojado. Si me enfrentan zarzas y espinos, pelearía contra ellos y los quemaría totalmente, 5 a menos que ella acudiera a mi refugio e hiciera las paces conmigo, sí, que hiciera las paces conmigo».
6 Días vendrán en que Jacob echará raíces, en que Israel retoñará, florecerá y llenará el mundo con sus frutos. 7 ¿Acaso el Señor lo ha golpeado como hizo con quien lo golpeaba? ¿Acaso le dio muerte como mueren los que matan? 8 Contendió con él con guerra[c] y destierro; lo expulsó con su soplo violento al soplar el viento del este. 9 Así quedará perdonada la iniquidad de Jacob; este será el fruto del perdón de su pecado: reducirá a polvo todas las piedras del altar como si moliera piedra caliza
y no dejará en pie ninguna imagen de Aserá ni altar de incienso alguno. 10 En ruinas está la ciudad fortificada; es un sitio sin habitantes, abandonado como el desierto. Allí se echa el ternero, allí pace y deshoja las ramas. 11 Una vez secas, las ramas se quiebran; vienen luego las mujeres y con ellas hacen fuego. Porque este es un pueblo sin entendimiento; por eso su Hacedor no le tiene compasión ni de él se apiada quien lo formó.
12 En aquel día el Señor trillará desde las corrientes del Éufrates hasta el torrente de Egipto y ustedes, israelitas, serán recogidos uno por uno. 13 En aquel día sonará una gran trompeta. Los que fueron llevados a Asiria y los que fueron desterrados a Egipto vendrán y adorarán al Señor sobre el monte santo en Jerusalén.
Ay de Efraín
28 ¡Ay de la altiva corona de los borrachos de Efraín, de la flor marchita de su gloriosa hermosura, que está sobre la cumbre de un valle fértil! ¡Ay de los abatidos por el vino! 2 Miren, el Señor cuenta con alguien que es fuerte y poderoso: Este echará todo por tierra con violencia, como tormenta de granizo, como tempestad destructora, como tormenta de aguas torrenciales, como torrente desbordado. 3 La altiva corona de los borrachos de Efraín será pisoteada. 4 Esa flor marchita de su gloriosa hermosura, sobre la cumbre de un valle fértil, será como higo maduro antes de la cosecha: apenas alguien lo ve y lo tiene en la mano, se lo traga.
5 En aquel día el Señor de los Ejércitos será una hermosa corona, una diadema gloriosa para el remanente de su pueblo. 6 Él infundirá espíritu de justicia al que se sienta en el tribunal, y fortaleza a los que rechazan los asaltos a la puerta. 7 También sacerdotes y profetas se tambalean por causa del vino, trastabillan por causa del licor; quedan aturdidos con el vino, tropiezan a causa del licor. Cuando tienen visiones, titubean; cuando toman decisiones, vacilan. 8 ¡Sí, regadas de vómito están todas las mesas, y no queda limpio ni un solo lugar!
9 «¿A quién cree el Señor que enseña? —se preguntan—, ¿a quién está explicando su mensaje? ¿Cree que somos niños recién destetados, que acaban de dejar el pecho? 10 ¿Por qué nos repite todo, línea por línea, palabra por palabra, un poquito aquí, un poquito allá?».[d] 11 Pues bien, Dios hablará a este pueblo con labios extranjeros y lenguas extrañas, 12 pueblo al que dijo: «Este es el lugar de descanso; que descanse el fatigado»; y también: «Este es el lugar de reposo». ¡Pero no quisieron escuchar! 13 Por eso el Señor les explicará con detalles, línea por línea, palabra por palabra, un poquito aquí, un poquito allá. Les hablará para que caigan de espaldas, queden heridos, enredados y atrapados.
Gálatas 3:10 – 22
3:10 Todos los que dependen de las obras que demanda la Ley están bajo maldición, porque está escrito: «Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la Ley».[a] 11 Ahora bien, es evidente que por la Ley nadie es justificado delante de Dios, porque «el justo vivirá por la fe».[b] 12 La Ley no se basa en la fe; por el contrario, «quien practique estas cosas vivirá por ellas».[c] 13 Cristo nos rescató de la maldición de la Ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero».[d] 14 Así sucedió para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa.
La Ley y la promesa
15 Hermanos, voy a ponerles un ejemplo: aun en el caso de un pacto[e] humano, nadie puede anularlo ni añadirle nada una vez que ha sido ratificado. 16 Ahora bien, las promesas se hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: «y a los descendientes», como refiriéndose a muchos, sino: «y a tu descendencia», dando a entender uno solo, que es Cristo. 17 Lo que quiero decir es esto: la Ley, que vino cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa. 18 Si la herencia se basa en la Ley, ya no se basa en la promesa; pero Dios se la concedió gratuitamente a Abraham mediante una promesa.
19 Entonces, ¿cuál era el propósito de la Ley? Fue añadida por causa de[f] las transgresiones hasta que viniera la descendencia a la cual se hizo la promesa. La Ley se promulgó por medio de ángeles, por conducto de un mediador. 20 Ahora bien, no hace falta mediador si hay una sola parte y, sin embargo, Dios es uno solo.
21 Si esto es así, ¿estará la Ley en contra de las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Si se hubiera promulgado una ley capaz de dar vida, entonces sí que la justicia se basaría en la Ley. 22 Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado,[g] para que mediante la fe en Jesucristo lo prometido se les conceda a los que creen.
Salmo 61:1 – 8
Al director musical. Acompáñese con instrumentos de cuerda. De David.
61 Oh Dios, escucha mi clamor y atiende a mi oración. 2 Desde los confines de la tierra te invoco, pues mi corazón desfallece; llévame a una roca que es más alta que yo. 3 Porque tú eres mi refugio, mi torre fuerte contra el enemigo. 4 Anhelo habitar en tu santuario para siempre y refugiarme debajo de tus alas. Selah 5 Tú, oh Dios, has aceptado mis promesas y me has dado la herencia de quienes honran tu nombre. 6 Concédele al rey más años de vida; que sus años duren por generaciones. 7 Que reine siempre en tu presencia, y que tu gran amor y tu verdad lo protejan. 8 Así cantaré siempre salmos a tu nombre y cumpliré mis promesas día tras día.
Proverbios 23:17 – 18
15
23:17 No envidies en tu corazón a los pecadores; más bien, muéstrate siempre celoso en el temor del Señor. 18 Cuentas con una esperanza futura, la cual no será destruida.